LA CATA, TODO UN RITUAL

La cata de vinos se ha convertido en los últimos años en nuestro país en una tendencia al alza. Existen diferentes tipos de cata, se puede degustar un vino entre unos cuantos compañeros o amigos, se puede ir a restaurantes o vinotecas que organizan este tipo de eventos para dar a conocer un vino determinado, o se pueden realizar catas a ciegas (como las que se celebran en los concursos de vino, donde se valoran los vinos del 1 al 100, siendo 100 la puntuación más alta). Pero, ¿sabemos cómo se cata un vino? ¿Cuáles son los aspectos que tenemos que valorar? ¿Qué fases tiene el ritual de la cata? O, ¿Qué significan algunos de los términos más utilizados para definir un vino? En este post os damos unos apuntes básicos para que podáis realizar la cata de un vino.

Cada vino es un mundo diferente por explorar. Si hay una serie de aspectos que hacen que unos vinos difieran de otros estos son el color, la textura, la fuerza, la estructura, el cuerpo, la persistencia en paladar (retrogusto) y una infinidad de sabores. Cuantos más vinos probamos se va desarrollando la percepción de los aromas y nuestras preferencias en particular. El vino no solo sabe a vino. O, tal vez, ¿deberíamos decir no huele sólo a vino?.

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Cómo catar un vino

Cuando catamos un vino tenemos que intentar no tomar ciertos alimentos que pueden repetirnos o que alteren la cata del vino. Tenemos que estar concentrados, reflexionar continuamente y tomar anotaciones de las impresiones. De esta forma nuestra memoria actúa como un archivo donde vamos guardando diferentes sensaciones que después podemos contrastar en un futuro (para ver la evolución de un vino, por ejemplo) o para compararlo con otros vinos de características similares. Tres sentidos son indispensables para catar un vino: la vista, el olfato y el gusto. Ojos, nariz y boca nos ayudan a interpretar las características de los caldos y a disfrutar de la experiencia.

  • Observar el vino. Cuando sirvamos el vino en la copa debemos llenarla 1/3. Además si es posible la copa a de tener forma de tulipán con el fondo más ancho y más estrecha la parte superior. Tomaremos la copa por la base e inclinando la copa sobre un fondo blanco apreciaremos los colores del vino así como la intensidad de los mismos. Hay que observar el color en la zona donde hay más profundidad y en las orillas o bordes. Cuanto más intenso y brillante el color y menos se note el degradado del color mejor será el vino.
  • Oler el vino. En este segundo paso agitaremos enérgicamente el vino dentro de nuestra copa. Esta acción favorece que se desprendan los aromas del vino. Aspiraremos concentrados de forma continua pero suavemente (como si estuviéramos oliendo un ramo de flores). La nariz se cansa con facilidad, por eso, es bueno hacer descansos y después retomar la acción para no saturarnos y poder sacar más matices a los aromas al vino. Si te comparte la cata es bueno exponer en común las sensaciones que nos transmite el vino, toda opinión en valida y aporta en la cata. Los vinos pueden tener matices florales, afrutados, especiados, a café…

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  • Probar el vino. En este momento tomaremos un sorbo de vino (sin tragarlo), dejamos que el vino se reparta por toda boca y dejamos entrar un poco de aire para apreciar los aromas que desprenden los vapores del vino. La boca diferencia lo dulce, lo salado, lo ácido y lo amargo. Por eso necesitamos del olfato, de la cavidad nasal más concretamente, para poder interpretar los sabores. Es muy sencillo, cuando estamos constipados lo que tomamos no nos sabe a nada pero podemos decir si es dulce, salado, amargo o ácido. Gracias a la cavidad nasal procesamos los diferentes aromas y sabores y los grabamos en nuestra memoria. De esta forma cada vez que nos viene un recuerdo es una anotación que se ha hecho previamente en nuestro cerebro. Nuestra boca analiza los componentes del vino: la dulzura en la punta de la lengua, los extremos superiores nos dicen la acidez que tiene el vino, la parte posterior nos dice el amargor, el interior de las mejillas nos revela los taninos y en garganta percibimos la graduación alcohólica en el calor a su paso. Después de valorar cada uno de los aspectos podemos emitir un juicio sobre el equilibrio de todos los elementos.

Algunos términos para describir un vino

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  • Aguja. Decimos que un vino tiene aguja cuando tiene un ligera efervescencia causada por el CO2 residual. Esto nos indica que la fermentación aún no ha terminado. Es refrescante en los blancos sencillos pero un defecto grave en los tintos.
  • Carnoso. Un vino es carnoso cuando es un tinto pesado, con aromas sólidos, densos. Algunos de estos vinos nos pueden recordar al sabor de la carne a la parrilla y a carne sangrante.
  • Complejo. Este término lo aplicamos a vinos que tienen varias capas de aromas.
  • Estructurado. Hace referencia a vinos con un fondo de taninos y acidez bien desarrollado, aunque con notas frutales que lo contrarrestan.
  • Penetrante. De esta forma valoramos una elevada acidez.
  • Potente. Son los vinos con abundancia de todo, también de alcohol.
  • Redondo. Se dice de los vinos que tienen un aroma completo.
  • Terroso. Son vinos con un olor y un sabor a tierra húmeda.
  • Verde. Se dice de un vino inmaduro, lo que sería un punto negativo a tener en cuenta en un vino.

Disfrutar de un vino y aprender a valorarlo no está reñido. Se puede degustar un vino de muchas formas pero siempre es mejor en compañía, relajados. Compartir la experiencia, sensaciones, opiniones y adquirir nuevos conocimientos que guardaremos en nuestra memoria y que más adelante se convertirán en recuerdos que harán que sigamos ampliando el fichero de aromas en nuestro cerebro. Anotar nuestras impresiones enriquece y complementa nuestro estudio del mundo del vino.